Laicidad, laicismo y cofradías



Ante las embestidas del laicismo beligerante, las Hermandades y Cofradías españolas han de mantenerse unidas en la fe. Su razón de ser, y su fuerza, radican en Cristo, por encima de cualquier otro patrimonio artístico o cultural. Así escribe el obispo de Asidonia-Jerez, en su reciente Carta pastoral: "Los católicos estamos en el centro del debate sobre laicidad, laicismo y religión en una sociedad democrática y plural. Sin embargo, a la vez asistimos al boom del fenómeno de la religiosidad popular. El mundo de las Hermandades y cofradías no se reduce a la Cuaresma, Semana Santa y fiestas patronales. Parece que ahora cualquier efemérides conmemorativa es buena ocasión para una procesión extraordinaria. Estas asociaciones públicas de fieles de la Iglesia católica representan a un movimiento de laicos con capacidad de convocatoria, que tienen jóvenes en sus filas y que gozan de un fuerte arraigo en el pueblo. Curiosamente, esto acontece en una sociedad secular que está poniendo en entredicho la presencia social del hecho religioso y se está potenciando una animadversión hacia lo católico. Y no sólo eso, sino que hay una visión a-religiosa de la vida, del pensamiento, de la moral, que se ha convertido en el emblema fundamental de la democracia moderna.
Esta situación plantea algunos interrogantes: ¿son conscientes las cofradías de este cambio antropológico, cultural y social que se nos está imponiendo? ¿Qué encuentra el hombre de esta cultura secularista en las procesiones de Semana Santa?
La postmodernidad, muy en consonancia con la New Age, reducirá el fenómeno de las cofradías a algo que alienta los sentimientos de una colectividad y a la estética del momento. El laicismo, si pudiera, haría desaparecer esas manifestaciones religiosas, las tolera en cuanto son movimientos de masas, están incrustadas en la identidad de barrios y pueblos, y es reclamo para el turismo donde se sustenta gran parte de nuestra economía. Pero intentará vaciarlas de los contenidos cristianos y alejarlas de su vinculación con la jerarquía de la Iglesia católica.
Escuelas populares de fe vivida

Viendo las conferencias y actos culturales que organizan algunas de nuestras Hermandades y cofradías, diríamos que están más preocupadas por los estrenos y el aumento de los enseres cofrades, que por cuidar la formación y la espiritualidad cristiana de los hermanos de filas. Lo que ha hecho perdurable a las cofradías, por encima de los cambios políticos y sociales, no ha sido su patrimonio artístico, sino su mística basada en el amor y la piedad a sus Amados Titulares. Como consecuencia del culto y veneración, surgirán las acciones de caridad a favor de los más necesitados. Así pues, el futuro de estas asociaciones dependerá del crecimiento interior de los hermanos, de la fidelidad a las Reglas que se profesan y del sentido de comunión eclesial que se tenga. En palabras de Benedicto XVI: «Con estas condiciones, vuestras cofradías, manteniendo bien firmes los requisitos de evangelización y eclesialidad, podrán seguir siendo escuelas populares de fe vivida y talleres de santidad; podrán seguir siendo en la sociedad fermento y levadura evangélica, contribuyendo a suscitar la renovación espiritual que todos deseamos» (A las cofradías de Italia, 27/11/07).
Los cofrades no deben encerrarse en sus cenáculos; en estos momentos históricos, se les pide que contribuyan a elaborar un concepto de sana laicidad, que respetando la legítima autonomía de las realidades terrenas, como reclama el Vaticano II, luchen para que Dios y su ley moral tengan cabida en esta sociedad. Esto lo pueden hacer porque las Hermandades y cofradías en el siglo XXI son instituciones humanizadoras en una sociedad sin alma. Todo ello quizás porque en el mundo de las cofradías te encuentras con gente de todos los niveles: desde la fe sencilla, tipo de la mujer del Evangelio que toca la orla del manto de Jesús, hasta aquel cofrade que tiene muy claro su compromiso cristiano. ¡No apaguemos la pequeña llama humeante en el frío invierno de la cultura de la muerte! Nuestros pueblos y ciudades tienen hoy por hoy este pequeño privilegio que nos legaron nuestros mayores.
Juan del Río Martín
OBISPO DE JEREZ

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